El intendente y el gobernador mudos y escondidos ante un problema que afecta a casi la mitad de la población de la provincia
Por Daniel Miranda
Sergio Tamayo no ha dicho ni una palabra sobre el problema del agua potable que pone en riesgo la salud del vecindario de la ciudad de San Luis.
Negra. Nauseabunda. Espantosa. Podrida. Intomable.
Así es el agua que reciben por segunda vez en menos de una semana los vecinos en sus hogares.
Las redes sociales se inundaron a partir de anoche de quejas por la turbidez y el mal olor. Casi todos los medios de comunicación terminaron reflejando lo que está pasando.
El problema repercute en la salud y la calidad de vida de la gente. En la ciudad vive casi la mitad de la población de la provincia.
Los únicos que no se dan por enterados son el intendente Sergio Tamayo y el gobernador Alberto Rodríguez Saá.
Ambos son responsables directos. El primero como autoridad de la ciudad y el segundo porque debe instruir a la cartera sanitaria a intervenir para garantizar la salud pública. (A principios de la década pasada los ministros de Salud ante el primero hilo de agua marrón mandaban a hacer los análisis y pinchaban a los fiscales para que se ocuparan de oficio)
El gobernador Alberto Rodríguez Saá es el jefe político de Sergio Tamayo, cuya actuación al cabo de un año fue la de un delegado del Poder Ejecutivo provincial.
Es la segunda crisis del servicio de agua de potable en menos de una semana.
Actitud calcada del intendente en ambas coyunturas.
Enmudece. Está escondido.
En el año de la pandemia se batió el récord en cantidad de cortes.
Tamayo no da la cara ante los vecinos para explicarles la envergadura y el tiempo que deberán convivir con el problema.
El intendente tampoco aparece para comunicar qué piensa hacer y cuál es el plan.
El martes en un comunicado se achacó la culpa a un “pico de consumo” y a la anterior gestión diciendo que “hace más de 4 años que no se realiza la limpieza y mantenimiento necesario”.
Tamayo fue el primer candidato electo, al menos desde 1983 para acá, sin haber puesto a consideración de la ciudadanía la plataforma electoral, tal como se decía hasta hace un tiempo al plan de gobierno que debía sostener una postulación.
La gestión y la ciudad es un desastre. El déficit está a la vista en la calidad del agua potable, la recolección de residuos, el alumbrado público (este medio publicó un informe hace un mes que mostró el radio de las cuatro avenidas prácticamente a oscuras), el transporte público y el sistema de cloacas. Ni siquiera los servicios básicos son atendidos con regularidad y eficiencia.
El presupuesto para el 2021 no tiene obras para el crecimiento de la ciudad.
Entonces es una burla que el intendente en el mensaje de Navidad invite a los vecinos a “pensar a lo grande”.
El gobernador como siempre lejos de los problemas que verdaderamente aquejan a los puntanos.
La última aparición fue para otra puesta en escena.
“Estallo de felicidad porque comenzamos a vacunar”, festejó anoche en un video que refleja su intervención en la reunión virtual con el presidente de la Nación y sus pares.
En lo que va del día ni una señal del Gobierno que pretende ahora mostrarse ocupado y concentrado en el operativo de vacunación, que seguramente será sostenido con declaraciones de funcionarios y propaganda que tendrá tono de epopeya.